Taxi Driver




Paquiño el taxista - Basado en hechos reales:

   Era un auténtico fenómeno, un as de la chulería andante (quiero decir al volante), pedante, presumido, pretencioso, presuntuoso, jactancioso y petulante, que se creía el único dueño de la plaza de aparcamiento que correspondía a uno de los hoteles que se encuentran en la playa de Riazor, ya que hubiera o no taxis de más en la parada a él le salía de los tolanos aparcar ahí, porque precisamente ahí, y solamente ahí, había un hermosísimo semáforo en donde paraban todas las macizas que se dirigían a la playa cuando lucía soberbiamente en rojo, de esta forma, el baboso de Paquiño disfrutaba con los únicos miembros de nuestro cuerpo que nunca envejecen los ojos, entrenando de paso un músculo que no tenía en paro, la lengua,  que estaba a pleno rendimiento todo el día, no quedando títere con cabeza, para su disfrute personal, y porque no decirlo de todo aquel que le rodeaba, es decir, sus compañeros de trabajo.

Jodie Foster (Taxi Driver - 1976)

   Reñía con todos por ocupar ese sitio, el puto sitio de los cojones, el estratégico territorio al lado del poste lumínico que tanto le gustaba. Repartidores, los municipales, los clientes del hotel, turistas, ciclistas, peatones, comerciales, pordioseros, trotacalles, pijos, modernos, hipsters, anticuados, pedigüeños de turno, gente de bien, gente de malvivir, beatos, puritanas  y hasta con los hijos de puta, todos eran poco para él, siempre le estorbaban,  fastidiaban, importunaban y molestaban, pero el único que molestaba era él. 




   Sus compañeros en vez de llamarle la atención le vitoreaban, animándole cada día más en sus barrabasadas, convirtiéndole en un héroe de la grosería y de la mala educación, de todo aquello que una persona bien nacida no debe de hacer, ni decir. Natercia Andrade, una trabajadora brasileña del hotel no cesaba día a día de llamarle la atención. Era una de sus favoritas, blanco de sus iras. "Caipiriña" ¿A dónde vas? Estabas bien en un sitio que yo me sé”.

   - Paquiño, un día te van a partir la boca, y luego ya verás cómo nos reímos los demás. Estás todos los días igual. ¡Déjanos en paz de una vez!

   - No ha nacido hombre todavía. Hay que tenerlos muy grandes para que eso ocurra.

    Y ese día llegó, el tan esperado día en que cerrasen la boca de una vez para siempre a semejante bicho. Gunter Wunderlich, el más burro entre los burros de todo el valle del Neckar, campeón de pulsos, escupitajos y cervezas en el Drath, terminaba sus lluviosas vacaciones en la gris ciudad, y no estaba acostumbrado a que le palpasen sus pelotillas germanas.



   Al robaperas de Paquiño no se le ocurrió la flamante idea de arrimarle el puñetero taxi junto al portón de su querido Opel Combo Gordengrossen, en donde tenía que meter la silla de ruedas de su mujer.


   Gunter le indicó en un claro español y con buenos modales que alejase un poco su carromato, un Xantia color blanco “joputa” del portón, pues su mujer esperaba para poder entrar en el coche, ya que lloviznaba un poco. Paquiño, educado de narices, sacó su cabeza por la ventanilla del coche y… haciéndole la señal del pajarito, le mandó a tomar por el ortito del culo a la playa de Orzán. El resto de maleducados taxistas reían la broma. –Paquiño, que bien te manejas con los idiomas, eres un políglota. 



   El fenómeno no volvió a sonreír más. En un germánico pestañear Gunter agarró con una de sus manazas el pescuezo de semejante besugo, inmovilizándolo del todo, por completo, y con la mano que le quedaba libre le arreó una hostia más grande que un tranvía, como aquellos que circulaban antiguamente por las ciudades. Todos los armagedones posibles tanto celestiales como terrenales vinieron de golpe. Le cayó encima la de Caín. Luego lo sacó por la ventanilla del susodicho vehículo, poniéndole de rodillas en la puñetera rue, donde el becerro a cuatro patas, intentaba pedirle perdón, suplicándole clemencia, la misma que él nunca tuvo para con los demás, pero ya era demasiado tarde. Un par de rápidos pisotones con sus largos zapatrancos le pusieron los dedos a caldo, y el cenutrio ya no podría conducir en una buena temporada. Cuando miró para arriba implorando misericordia, un rodillazo tipo champion league le dejó sin sus lindos dientes, sus blancos implantes “hollywoodienses” ya eran historia, quedando como sursuncorda para el resto de la humanidad. No sabía si la cabeza le hacía ring ring, o ding dong.  Estaba en plena órbita, como diría Rocky Sharpe y sus Replays, no sé si estoy entre el Ramalandindon o el Martian Bop. “Houston, Houston, tenemos un problema”.






Se acabó comer marisco, de mamonear empanada de millo, acabar con todos los pinchos de la barra de turno, comer tortilla de Betanzos, croquetas rellenas de pulpo, marchar sin pagar y la puta que lo parió, por mí como si comes chuletones de Ávila y se te atragantan todos. A partir de ahora ¡todo con pajita! , ya verás que sano boca de alambre.


    El resto de concurrentes a semejante fiesta, los que antes le reían las gracias, cobardes como nadie alejaron sus coches de las plazas de aparcamiento que no les correspondían, ahora por  guays se les quitó el vacile, y Gunter pudo por fin guardar la silla de ruedas de su mujer en su estupendo Opel Combo Gordengrossen, camino de Neckar,  hogar dulce hogar, a donde llegó feliz y contento, preparado al cien por cien, para su próxima cita, algo por lo que llevaba esperando años, un combate a lanzamientos de pedruscos entre los remeros del Rin contra los del Volga.

   Las plazas de aparcamiento del hotel quedaron por fin vacías, libres para ser utilizadas, y el desdentado de Paquiño alias “Bocalambre” pasó a feliz vida, pues hasta los niños pequeños se descojonaban de su deplorable aspecto. La gente se alejaba al verlo, como un apestoso, y como en donde las dan también las toman, se alejaba de la playa de Riazor, porque la gente, que ya conocía la historia, escupía a su paso. El taxi, eso ya es otra historia. Nadie quiso montar con él, también estaban de Paquiño hasta las pelotas. La gente comentaba siempre lo mismo. “Se lo tenía bien merecido, alguien tenía que pararle los pies”.




Comentarios

  1. Guisantero, los taxistas de España te van a correr a gorrazos cuando se enteren de esto. Pero esto ye real guaje?

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  2. Pero esto es lo que suele pasar normalmente en esta España nuestra de cada día, de donde no hay no se puede sacar más...

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