El otro día me llamaron imbécil



             ¡Ritarbeyu! ¿A dónde vas? Pues me fuí a ese sitio en que el tornillo strongen, tienes que meterlo dentro del agujero “sprinten”, y que la llave “spinflen” es demasiado grande para la cabeza del tornillo “strojonen”, con lo cual la baldas de la estantería “escojonenlaespalda”, no encajan en  la de “suputamadrenff”, con lo que al final, te sobran, dos tuercas, cuatro baldas, y te preguntas  para que puñeflas valían las instrucciones de montaje y la llave allen, que no la has utilizado en ningún momento. ¿Vendrá de adorno? Total que te cagas en todos sus muertos para nada.




               Pero la historia en realidad, no es esa, la aventura de Ritarbeyu y esposa comienza cuando intentamos ir al servicio, al water o como dirían los finuás al excusado del denominado “tercer sector” ó “tercer sexo”, pero en el “putu  mexiaderu” de discapacitados, al igual que en las rampas de mierda, aparcamientos, etc., estaba ocupado. Pues nada como personas civilizadas esperamos nuestro turno.

    
           Después de una larga espera, bajar a todos los santos santísmos del cielo, y acabar con todo el maravilloso vocabulario de nuestro diccionario e inventar un montonazo de “tacos y palabrotas” nuevas, se abre la puerta, saliendo por ella una tipa, con muy mala educación, y, mirándonos como si fuéramos la última mierda que hubiera cagado el caballo del general Custer cuando estaba dando “pel culín” a los indios de Winnipeg, y lo más maravilloso de todo es que la indiviuda, caminaba perfectamente, e incluso podía ser la pareja de Manolo (el carnero de la Legión), en el próximo desfile, junto al Cristo de la Buena Muerte. Tachín, tachín, purrubún, tachín.




               Total, que la hecho una mirada a lo Clint Eastwood y pronuncio una frase que le sentó peor que el último recibo del gas, teléfono o la factura de la avería del coche. “Que bien estabas sin piernas”, de repente, se me viene encima las plagas de Egipto, la 3ª Guerra Mundial, el último virus de internete, el vecino tocagüevos de la comunidad, etecé, etecé, etecé.

               La interfecta echaba espumarajos por la boca, me agarra del brazo y empieza ha berrear más que “un gochu en plena matanza”. IMBÉCIL, sinvergüenza, maleducado, brrr, brrr, brrr, brrr, voy ha llamar ahora mismo al vigilante de seguridad, porque yo tengo en el bolso el certificado de minusvalía. IMBÉCIL, volvió ha repetir por segunda vez. Intento razonar con ella, pero la monosabia estaba en plena carrera de “sanferrmín periquín” cual cabestrón  descabestronado.


               Pero que tiene que ver el ser minusválido con tener movilidad reducida, es decir, los que en realidad deben de utilizar el servicio reservado para tal fin. La xata roxa seguía mugiendo, fuzando y cagando “pel camín”, mientras se alejaba, repitiendo a voz en grito: IMBÉCIL más que IMBÉCIL.

               Pensado un poco llegué a la conclusión que pueden existir dos tipos de discapacidades, la visible y la no visible, algo que no  tiene nada que ver con utilizar el servicio reservado a las personas con discapacidad, pero que además tengan MOVILIDAD REDUCIDA. Y, en segundo lugar que hay dos clases de personas, las que son unas imbéciles como yo, y las que padecen de imbecilismo como ella, algo que debemos de saber diferenciar  perfectamente, por todo aquello que nos pudiera ocurrir.

               Como también no es lo mismo ser un gilipollas que tener gilipollismo, ó, ser idiota con idiotismo, ser pasota con pasotismo ó ser un “joputa con joputismo” Que os voy a contar…

               Acordándome nuevamente de la Legión, de la cabra ó el carnero, o lo que “conio” sea, de su Cristo de la Buena Muerte, he pensado que los caballeros legionarios, podían matar a “cristazos”  (con todos mis santos respetos, tanto para el Cristo como para La Legión), a la “marisabidilla y maleducada” de la señora cuestionable, pero al final alejé esa idea de la cabeza, porque cuando la dieran el cristazo, ¡Dios Mío! ¿Cómo quedaría el pobre Cristo?, y después me volverían a llamar imbécil-imbecilísimo, por dar ideas a La Legión, para que luego se queden sin su Santísimo Cristo de la Buena Muerte, y además podría crear una impotencia al Sr. Carnero de La Legión, cuando viera llegar fuzando y cagando leches a esa mala bestia del Cantábrico con “pintes blanques”.


                Pero prefiero tomarme las cosas de estas manera, "don´t fuck the rock & roll" tíos.


               Total, que finalmente,  para concluir, el día en que la palme, y tenga que adoptar una nueva reencarnación, he decidido nacer “gaviotu”, sí, un gran gaviotu de blanco plumón, para echar grandísimas cagadas sobre las personas que padecen el mal común del imbecilismo: las que entran a “cagar y mexiar” en los wáteres que no les corresponden, los que aparcan en sitios reservados, los ocupan las rampas solo para un par de minutillos (ver el partido de futbol, dos horas de compras en el supermercado de turno, quedar con la chavala), etecé, etecé, etecé., para que recuerden con mis grandes cagadas, que deben de ser personas civilizadas y consecuentes con su prójimo, aunque para ellas, la mayoría de las veces el prójimo son ellos mismos.




Que casualidad que casualmente pasen estas casualidades.
(Los Hermanos Marx)
“Un día en las carreras”


    En la Perla del Cantábrico, os traigo aquí un par de vídeos, ¡son del mismo grupo eh!, pero quiero demostraros con ello, que a la vejez viruelas. Hay más de cuarenta años de diferencia entre un vídeo y otro, no me negaréis que están mejor de vieyos que de jóvenes. Como es de esperar cantan doo wop, pero es que The Diamonds, son muy buenos. ¡Arriba las canas!, y como dice el proverbio: "Ante canas debes postrarte, y, ante canas debes levantarte!






              
El 43
    
     
     
      Subió en aquel sucio autobús que se dirigía al extrarradio. Nadie se fijó en ella, llovía mucho, hacía frío, y, la gente deseaba regresar pronto a casa. El rímel corrido de sus ojos, descalza,con medio pecho al descubierto, y sollozando en silencio.

     Guardó  en su pequeño bolso las tijeras ensangrentadas, que habían segado la vida de aquel joven repartidor de flores, que había tenido la mala fortuna de llevarla rosas negras a su oficina. Desde los cristales mojados de aquel autobús nº 43, se fijó en la gran furgoneta negra, donde aparecían garabateadas en uno de sus laterales: "Lucrecia, puta asesina". 

Comentarios

  1. Siempre existe algún imbécil a tu alrededor, pero no se lo digas podría ofenderse

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  2. Yo tengo muchos a mi lado todos los días, en el trabajo

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