Historias de Gijón: "El bostezo"

Bostezando se va la vida a uno....



   Tinu caminaba a toda la velocidad que le daban sus endiabladas piernas, que a sus noventa y tres años aún permanecían fuertes, a pesar de que necesitaba la ayuda de dos muletas para transitar por las calles de Gijón, unas veces para arriba y otras para abajo, dependiendo del momento y de la situación.

   Esa soleada mañana de enero, cercano ya el mediodía fue adelantado por un vecino, que ensimismado en sus pensamientos apenas reparó en él, hasta que unos pasos más adelante, dándose cuenta de la situación se dio media vuelta para saludarle.


   Coño Tinu, no me di cuenta de que eras tú. ¿Cómo vas percebe? le preguntó el paisano ya entrado en años muy educadamente. Se me abre la boca  y no sé por qué. – ¡Será que tienes fame ho! Pues yo como pata de cordero cada poco y la boca “sígueme abriendo”.  - Mira que yes burru rapaz. Yo no me refiero a esu ho. Lo que te quiero decir ye que hay que echase a la boca una buena teta de vez en cuando, no pates de cordero que nun valen pa´ná. Mira yo como voy por Xixón caleyandu tolos diis, eso nun ye por metese pates de corderu en la boca, ye porque yo meto lo que hay meter. Así tais todos vosotros fechus una ayaferia, solo metéis en el cuerpo avecrén y pelargón, menuda mierda tíos sois, nun valéis pa´ná. Mientras haya tetes que echase a la boca yo seguiré viviendo, pero tú nun vas vivir muchu.


   Dejándolo cabizbajo Tinu siguió con su caminata matutina, mientras los que pasaban a su alrededor le oían murmurar por lo bajo: “Pates de corderu, pates de corderu menuda juventù de cojones, onde té una buena teta que se quite todo lo demás”. Rió en alto para que todo el barrio supiese donde estaba el gran secreto de su longevidad, y que les den a las farmacéuticas con sus pastillas vigorizantes. Tinu no las necesitaba, sus energías provenían de esa fórmula nada secreta pasada sin ningún rubor de generación en generación. “Tetes al natural, no puede haber producto con denominación de origen más rico”.



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