Ruta 66.




Escribir era para él una necesidad, pero últimamente  se encuentra vacío. Leer era un aliento de vida, pero prefería leer “ligero”, algo rapidillo…, la música era alegría para su cuerpo pero los vinilos ya no le hacían gracia.

            No existen huecos con que rellenar palabras, no existen lugares en las  estanterías para ser atiborradas de libros viejos, no existen surcos para ser sangrados por la aguja asesina del giradiscos, ya no hay botellas de coñac vacías para tirarlas de manera equivocada al contenedor de reciclaje de los putos plásticos, no hay cánticos de esclavitud, ni viejos blues para escuchar desde el fondo del callejón, ni maravillosos acordes de guitarra para esconder en los bolsillos, hace tiempo que dejaron de sonar los postreros disparos, las rezagadas balas que nunca llegaron a su destino, aquella diana cabrona que se movía como le venía en gana, disfrutando de las detonaciones fallidas para desconsuelo de los tiradores, aquella ruleta rusa que ya no era tan rusa.
            El trompetista y el pianista, ambos alcohólicos reconocidos, aquellos que sobresalen del resto por tener carné de primera, tampoco deseaban verle, le han dejado abandonado, como un perro sobre su vómito. El increíble hombre manchas ya no es tan increíble. El hombre verrugoso, más verrugoso que nunca se pierde en el desierto para ser quemado por siempre jamás en las pajizas arenas, que lo herirán mortalmente con sus amarillentas partículas, o para que los tallos de hierro que mantienen a flote su rígida espalda se oxiden de forma letal, de forma tan lenta que acabará siendo igual que el ramaje de un árbol viejo que va secándose poco a poco, se convertirá en un monstruo, en el personaje menos mitológico que ha tenido el país de las lluvias, conocido como  “terruño de las nieblas” que es el hogar que le escogieron para nacer, que le es cogieron para vivir.



            Cuando nació un dios menor le escupió a la cara, y el resto de dioses le han ido ensalivando, expectorando sus miserias sobre su rostro de tal manera que hasta el viejo poster de “El Vez”, su viejo ídolo con el que siempre hablaba ahora le da espalda asqueado de su aspecto. El “hombre verrugoso, el increíble hombre manchas”, cerró la puerta de su mísera casa, bajó por las sucias escaleras, recordó sus no crímenes, evitó arrimarse a la débil barandilla, pasarela de antiguas putas, viejos maricones sin hogar y sitio constante de intercambio de fluidos. Miró por última vez su viejo portal, aquel que solo olía a orines y basura, a paredes con pintadas de humedad, lugar de humaredas, picos y fármacos, para desaparecer por siempre jamás, tragado por una densa oscuridad a la cual no tenía miedo, a la cual quería abrazar, teniendo con ella ese acto sexual no forzado, deseado, para morir sin que lo viera el resto del mundo, y para partirle la cara a ese dios menor que le escupió cuando nació.


            Ya no habrá más violencia, ni más “naranja mecánica”,  los piltrafas  ahora campan a sus anchas por el barrio, ya no estará al acecho ese viejo teddy boy, rey de las esquinas, campeón de los “eduardos”, solitario pateador en reyertas de billares, siempre dispuesto a rebanarles el cuello a las primeras de cambio a los chulos de turno, a los ripios de mierda que siempre se creen algo. De momento ya no habrá más rockandroll, ya no habrá nada, pero recordar una cosa…¡no habéis ganado nada “hijosdeputa”.




            El increíble hombre manchas ha partido la cara a su dios menor, ya tiene su conciencia tranquila, por fin ajustó sus deseadas cuentas, y ahora descansa en paz, ha llegado al final de su Ruta 66, ahora es feliz por siempre jamás. Ahora es el ahora, no importa donde esté porque su dios, nuestro dios siempre se acuerda de él, y en el cielo del rockandroll suena esta canción: “God save the Teds”.

Comentarios

  1. Estás como una cabra "hombre guisante", los teddy boys nunca mueren, cuando te vea en el próximo rocking te lo diré a la cara..., mira que matarnos. Eres un mariconazo.

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  2. No te atreverás. La última vez te escapaste para la esquina de la barra para terminar con las últimas Mahous, te tuvimos que llevar a rastras hasta el bungalow. Tu si que estás muerto tío, eres un pantuflillas.

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