Urinarios.
Recorríamos por última vez los pasillos de la
Residencia Sanitaria de Oviedo. En muy poco tiempo se inauguraría a bombo y
platillo el nuevo Huca, (Hospital
Universitario Central de Asturias), un auténtico paraíso para curar todos
nuestros males.
La
próxima visita ya sería en otro lugar, así que decidimos hacer un poco de rodeo
antes de dirigirnos a la consulta. Teníamos tiempo de sobra. En una de estas me
entraron unas ganas enormes de mear, y que mejor ocasión que hacerlo en uno de
sus horribles wáteres como despedida final.
Cuando
mingitaba en el urinario elegido, feliz de poder desahogarme, entró en el
excusado un longivineo doctor, de unos cuarenta años aproximadamente. Mientras
se retocaba el pelo frente al espejo le di los buenos días, como es menester.
No me hizo ni “puto caso”, vamos, que
me ignoró, (¡peor para ti maleducado!), pensé para mis adentros.
Yo
ya había terminado con lo mío, es decir, con la cuestión de mear, pero me
picaba la curiosidad, y me quedé disimilando para ver que hacía semejante tipo.
Tras
un buen rato rebuscando por sus adentros sin encontrarse la cosa, pasó a
proceder, y lo hizo con una breve meada realizada a empujones, ¿?, y cuando terminó, no pulsó
como hace todo hijo de vecino al correspondiente botoncito que tenía delante de
sus narices, cuya misión es bien simple pero importante, como es limpiar
nuestras miserias una vez que expulsamos nuestro amarillo fluido.
La
cuestión no queda ahí, ya que se remitió la piruleja como si fuera un gurullo
de papel para sus partes oscuras, ¡con lo que debe de doler!, y, finalmente,
para terminar la faena en plan espectacular, y con vuelta al ruedo, se dirigió
al espejo, que lo atraía como un imán para repeinarse un par de veces, y sobó
su fonendo, que tenía colgado del cuello como si fuera el nundo de una bonita
corbata de domingo, y… ¡todo esto sin lavarse las manos!
Intenté
contenerme, voy a contar hasta treinta. (Uno, veintisiete… y treinta), ¡ya
conté!, no pude aguantarme más. – El agua y el jabón lo pagamos todos “señordoctorbicarbonato”. ¡Viva la
higiene! ¡Espero que en el nuevo Huca a pesar de la crisis pongan jaboneras, y que no prohíban su uso!
¡Deseo de todo corazón no encontrarle en la consulta!
El
menda en cuestión no se dio por aludido. Se cinchó el cinturón hasta el último
agujero, si es que aún le quedaba alguno, y sin darle ninguna importancia, tal
como vino se fue. –“Que tenga “usté un buen día señordoctorbicarbonato”, dije
canturreando -.
Salí
triunfal del urinario, y pude escuchar las amables palabras de mi esposa, que
me decía: - ¿Con quién hablabas cariño?, se te oía desde fuera-. Nada mi amor,
me despedía del urinario, se moría de pena, creo que se va a quedar en paro.
P.D. – A pesar
de mis intentos no pude leer en la bata del “señordoctorbicarbonato”
ni su nombre, ni su especialidad. Mejor así, a estas alturas sería muy probable
que ya tuviera encima un buen par de denuncias.
Conclusiones finales:
- Puede ser un hecho real, bastante factible que ocurriera tal y como lo he contado.
- Todo puede haber sido producto de mi imaginación, algo que también pudiera ser verdad.
- Recordar: Dos afirmaciones niegan, pero dos negaciones afirman.
No quiero ira a esa consulta inmune y que ese doctor me explore con el fonendo, luego hablamos de Ebola, ebolavolasmanos, por favor, ¡¡¡que asco!!
ResponderEliminarEso he visto hacer a un peluquero y después se pone a cortarnos el pelo y sobarnos la cabeza, deberían obligar a llevar guantes a todos los profesionales, así se contagian las enfermedades, asquerosos de mierda......
ResponderEliminarAhora sabemos de donde vienen todas las infecciones que uno coge cuando va al hospital... de las enterobacter colli de algún súcio y desalmado meón.
ResponderEliminarEntre culos, tetas y meadas, ¿Cuando tienes tiempo para el rock and roll?, ¡dales caña pequeño guisante! - "Se lo merecen por ser unos verdaderos puercos".
ResponderEliminar¿Que ha sido de tu anonymus girl? ¿Todavía no te ha convertido en hombre lobo? Los lobos negros todavía están al acecho en busca de su presa.
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