La chica que escribía frases en los posits: "Lobos negros".
No hubo ningún tipo de erótica del encuentro, tan
solo se encontraba delante de una vieja bibliotecaria nada agradable, cansada
ya de su trabajo. Monótonamente le indicó donde estaba situada la sección de
literatura hispanoamericana.
Cuando
llegó a su destino seleccionó un libro al azar, le daba igual el título y el
autor. Solo quería experimentar el placer de la suerte, percibir el verdadero y
sicalíptico deseo de tantear un desconocido libro entre sus manos, y el elegido
fue: “Queremos tanto a Glenda” de
Julio Cortázar. Apoyó la obra sobre la mesa de lectura, y probando nuevamente
fortuna abrió el libro por la página treinta y uno, al instante se le cayó
su rotulador de tomar apuntes sobre el texto abierto, ya que se encontró con un
posit que tenía escrita la siguiente frase:
Le
entró un extraño nerviosismo, ¿qué coño tenían que ver Glenda y la playa con la
dichosa frasecita? Tembloroso intentó cerrar el libro, pero en una de sus
páginas volvió a encontrar otra nota:
“Sticky notes by anonymous girl”.
Alterado por el
pánico que le invadía se levantó corriendo para entregar el dichoso libro a la
bibliotecaria, quería marchar corriendo de allí, en la mesa de la rancia
archivera no había nadie, tan solo un silencio sepulcral, pero en la mesa,
sobre ese fosilizado mostrador encontró dos sencillas notas con las ya
consabidas frases. “Esta noche hay lobos negros en la ciudad. Sticky notes by anonymus
girl”. Escapó como pudo, con todas las fuerzas que le permitieron sus
piernas.
Ya de noche, en el trabajo, cuando
iba a cambiarse para ocupar su puesto de siempre, se volvió a encontrar con las
dos misteriosas notas, pegadas en su taquilla, puestas de la misma forma por
alguna mano desconocida. Nunca regresó a casa, pero comentan que esa noche se
oyeron aullidos en la ciudad.
“Ahora bien, a nuestro lobo estepario ocurría, como
a todos los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente
unas veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo, el hombre en
su interior estaba siempre al acecho, observando, enjuiciando y criticando, y
en las épocas en que era hombre, hacía de lobo otro tanto”.
(Hermann Hesse: "El lobo estepario)
(Hermann Hesse: "El lobo estepario)
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