El Seat 1430
Las “Casas del
Congo” estaban muy cerca de nuestro barrio, y era el sitio ideal para que
de vez en cuando armarla pistonuda, eso contando que los “congeses” nos
dejaran. Camino entre ambas zonas, estaba situado un taller de esos “baratos”,
que tenía siempre una cantidad ingente de coches para arreglar “no se qué” a un
módico precio, y el menda los solía dejar aparcados, o más bien diría tirados
en un descampado cercano al tallercillo, hasta que le saliera de los mismísimos
arreglarlos, pero como no tenía ni “puta idea” de mecánica aquello estaba
siempre a tope. Lo que más nos extrañaba y siempre fue un misterio muy difícil
de resolver para todos nosotros, era como la gente seguía confiando siempre en
él.
Lo que no he mencionado es que, al lado del descampado,
lugar maravilloso donde darse el lote con las chicas, había un terraplén de unos ocho metros de
altura que daba a las vías del tren, y el memo del mecánico, alias el
“Niputaidea” solía aparcar los coches al borde del mismo,(mejor dicho del
abismo), para temor de sus dueños, porque les podía pasar lo impensable.
Cansados de tomar el sol, fumar Lucky Strike
desemboquillado, y el día anterior bebernos medio camión de cervezona, no
estábamos para muchos trotes, decidimos por tanto seguir a la tropa camino del
“Congo”, ver que satanasada se les ocurría y sacarles las castañas del fuego
después, con el riesgo añadido de que podíamos acabar todos entrullados en la
ya extinta y mítica cárcel gijonesa de “El Coto”.
Había un hermoso Seat 1430 color verde, con la rueda
derecha trasera pinchada y con pinta de estar a la espera de ser “reciclado”
por el “Niputaidea”, pero al carajo del “Flipas” no se le ocurre otra cosa que
mirar por la ventanilla, enamorándose acto seguido del hermoso “loro” que tenía
instalado el “buga” de las narices. – “Ya tengo loro, voy abrir esta mierda de
puerta, cogerme el tocata, venderlo, y con lo que saque me pongo hasta el culo
de costo, tendré pasta para estar “colgao” por lo menos tres días”. - . Cuando
el flipado del “Flipas” está en plena tarea, al descerebrado de Gimeno,
creyéndose un vikingo en pleno ataque al castillo feudal, agarrando un gran
pedrusco dice… - animal de bellota, ¿pero que coj…estás haciendo?, van a
sacarnos de este barrio a hostias -, para inmediatamente lanzar el piedrote
contra el parabrisas del coche. Lo impensable acababa de ocurrir, el cristal
del coche quedó hecho trizas, el “Flipas” lleno de rasguños, el loro entre sus
manos, salió del coche cagando hostias y bajando a toda la colección de santos
celestiales en fila india.
Cuando el choque de trenes entre este par de
energúmenos parecía inevitable, al más inteligente del grupo se le ocurre la
idea de su vida. – Parar de una pu.. vez joder, tengo una idea cojonuda con la
que nos vamos a reír un montón- ¿Qué os parece si tiramos el buga terraplén
abajo y nos olvidamos de todo? – Hostia, la idea no es mala, es cojonudísima,
¡vamos allá! antes de que se den cuenta de este desperdicio de coche que hemos
dejado. No hizo falta contar ni hasta tres, a la de una ya estaba el coche
dando vueltas terraplén abajo, y el resto de piratas pies en polvorosa y
poniéndose a buen recaudo, para en la lejanía ver como terminaba el asunto.
A los diez minutos aparece el “Niputaidea” rumiando
la morcilla de la comida, relamiéndose de gusto y rascándose el culo, pensando
lo bien que cocinaba su mujer. Cuando iba a entrar por la pequeña portezuela,
el subconsciente le dijo que algo andaba mal. Se dio media vuelta y con el dedo
índice derecho se puso a contar los coches. La cara del tío pasó del rojo al
amarillo en cuestión de segundos. Volvió a repetir la operación dos, tres,
hasta cuatro veces. El que se llamaba así mismo mecánico, saltaba, brincaba, se
cagaba en todos los “putosmuertos”, sudaba como nunca en su vida, ya que jamás
doblaba el lomo “ni pa dios”, y como de aquella no existía el móvil, se fue
cagando leches a la oficina a llamar a la policía, mientras a voz en grito
clamaba algo así como que “me han robado un coche”.
El Flipas flipaba, nosotros nos desternillábamos de
risa, y Gimeno agarrándose los güevos comentaba: - “Cuando el maricón mire por
el terraplén abajo, verá que el coche no ha sido robado, sino machacado”, es
que el mote te viene ni “pa´l pelo”, no tienes “niputaidea” de nada”.
Los amigos de la municipal no tardaron ni cinco
minutos en llegar a las cercanías de las “Casas del Congo”, cosa algo extraña
para ellos. La pareja bajó del viejo Land Rover rojiblanco, que circulaba como
podía por las callejuelas de la ciudad, y un par de agentes se pusieron a
resolver el misterio del desaparecido 1.430. Al ver los cristales rotos,
llegaron a la conclusión de que el coche fue llevado por el método del “cristalazo”,
- brillante alegato, pensamos todos para nuestros adentros, gran pensamiento al
que sólo pueden llegar las mentes inquisitivas y privilegiadas - , pero unos
desalmados como nosotros sabíamos que eso era mentira, que el coche sufrió el
moderno método del pedruscazo, pero en aquellos tiempos, y sobre todo en Gijón,
la policía no estaba muy avanzada en el denominado método científico,
predominaba el llamado “impacto visual”, es decir así lo veo, así lo creo.
Cuando el agente estaba en plena exposición
explicativa de lo que no era explicable, su compañero, un trazas increíble al
que llamaremos Mancuso, por su parecido con el famoso comisario, pero no de
igual inteligencia, le entraron ganas de mear. Mirando para ambos lados, por si
era observado, se acerca al terraplén, para desahogarse bien a gusto de la
agonía que lo estaba mortificando, y “saca la churra para mear”, el resultado
es que se le cortó la meada de golpe al ver al bonito 1.430 color verde todo
destartalado, ruedas para arriba, ocupando la mitad de las vías del tren. Ahora
los que vociferaban y bajaban a todos “losputosmuertos”, y a los santos de los
santísimos cielos eran ellos.
La logística que se montó fue muy gorda, más coches
de la policía, que vinieron acompañados de la correspondiente furgoneta de
atestados, la grúa, el tren parado en la vía porque no podía pasar, una
dotación de bomberos, que se ciscaba en
la madre de todos los seres vivientes, porque no daban crédito a lo que estaban
viendo, el regimiento de jubilados en pleno, venido desde los más recónditos
lugares, criticando todo tipo de maniobra, las mujeres comentando quienes eran
los malnacidos que habían hecho semejante cosa, y nosotros en la distancia,
entre Lucky Strike desemboquillado y bebiendo de unas botellas de vino que
mangamos de camino al pobre repartidor de turno, que tuvo la desgracia de aparcar
su verde camión antes nuestra vista, cuando nos batíamos en brillante retirada,
y saboreando las mieles del triunfo, nos reíamos en la distancia de la
desgracia del “Niputaidea”, sin arrepentirnos para nada de lo ocurrido, porque
ya estábamos pendientes de la siguiente “hijoputada” que nos quedaba por hacer,
pero eso ya es otra historia que seguramente algún día contaré, sino me cuesta un
disgusto en uno de esos paseos por mi barrio del alma.
Al “Flipas” , en cualquier cárcel de
España donde estés, o donde te encuentres y si ya te han condenado a muerte,
pobre de la pobre muerte.
Tampoco me olvido de los kies, porque
en ciertos momentos de nuestra vida hemos tenido la oportunidad de comprobarlo,
y sin embargo, para envidia de muchos, (el resto) se les pasó la oportunidad de
serlo.
angelitos...
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