La crisis

        



           Era una ciudad industrial del norte de España bañada por el mar, que tiempo atrás había conocido épocas mejores, de prosperidad y alegría entre sus gentes. Ahora, sin apenas entusiasmo, casi totalmente desmantelada, sin ilusión ni aliciente para salir adelante, discurre nuestra historia. Sus orgullosas e imponentes chimeneas, ahora se muestran tímidas y avergonzadas, escondiendo su desnudez, en la madrugada sus pináculos aparecen más grises que nunca, mientras se oye el lejano sonido de una sirena, es de una de las pocas fábricas que aún quedan en funcionamiento, recordando a los obreros el principio de su jornada laboral.




         Nuestros personajes Chamba, el Rubio y Macana coincidían en el turno de las 6 de la mañana. Estos cuarentones, antes delincuentes juveniles, ahora borrachos convencidos, afiliados al sindicato de la bronca junto con una buena juerga, solo aspiraban a poder cobrar a final de mes y encontrarse en su puesto de trabajo al día siguiente, una verdadera lotería para estos calamitosos momentos que vivimos.

         Veinte años atrás todo era alegrías, ahora tristeza, solo les quedaba el R´.N´. R´. y el agarrarse a un clavo ardiendo a lo que tenían. Atrás, atrás, siempre era atrás, la maciza de la Chari, el golferas de Cele, robarle la fruta a la gritona de Enriqueta, el mamporrear por las noches al bravucón de turno, marcharse sin pagar del garito de moda, y ahora partirse la crisma por el día a día, por llegar a final de mes que ya era bastante.





         No existe el mañana sino el hoy, trabajar más horas, congelación de sueldo, apretarse el cinturón, que si más recortes…¡hostias para todos ellos! Después del trabajo a descansar un poco y a ensayar, tenían un trío de rock-swing, rockabilly. Sabían que la fama nunca llegaría, pero el ensayar les relajaba, olvidaban sus problemas, pero el revolver en el fondo del armario y escuchar esos viejos vinilos con el Cash, Johnny Burnette y compañía les hacían recordar viejos tiempos, aquellos en que entraban empujándose a la fábrica, repleta de tíos, donde siempre había tajo de cojones, y si te hacías unas horitas, ya tenías “pasta” de sobra para la juerga del fin de semana, las madrugadas no eran grises, las sirenas sonaban por doquier y las chimeneas mostraban con orgullo todo su poderío.






         Ahora la Chari está en paro, no es la sombra de lo que era, el Cele ha dejado de ser un golfo, el pegar hostias al bravucón de turno cuesta dinero, Enriqueta cerró la frutería, ya que las grandes superficies la “han jodido de lo lindo”, y como todos los garitos están cerrados, ni cervecitas, ni marcharse sin pagar, ni vacilar a la guapa de turno, ni escuchar un poco de buena música, ni… ¡mierda para todos ellos!

        
         Ni fuimos los mejores, ni somos los peores, pero esto se muere, y no tiene remedio, a Bogart le quedó París, a nosotros menos mal que nos queda el Rock and Roll.



Esta frase es inmortal: Siempre nos quedarán los recuerdos de...

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